CRECE LA EXPLOTACIÓN SEXUAL INFANTIL EN MÉXICO

Raúl Serrano

Cerca de 16 mil niños mexicanos son víctimas de abuso y comercio sexual, con secuelas que ponen en riesgo su llegada a la mayoría de edad.

En la última década la paidofilia (desorden psicológico en el que se tiene placer por espiar, tocar o abusar sexualmente de los niños) ha tenido considerable auge, al grado que ha creado una industria a su alrededor sumamente redituable, pues se estima que el comercio sexual infantil reporta ganancias a nivel mundial cercanas a los 7 billones de dólares -70% de los cuales son ingresos a través de Internet-, por lo cual se considera el tercer negocio más fuerte en el orbe.

Entre las modalidades de la explotación sexual comercial de menores se reconocen como las principales a la pornografía audiovisual e impresa, prostitución infantil y el turismo sexual, donde el paquete recreativo que se ofrece al visitante incluye contacto con menores (los extranjeros pagan alto precio por niñas de poca edad, preferiblemente vírgenes, por miedo al contagio del sida).

Se calcula que en todo el mundo se obliga anualmente a más de un millón de niños a participar en estas actividades, llegando a ellas por la fuerza o mediante engaños, dejando de lado su dignidad y cambiando su infancia por daños a su salud mental y física.

Por otra parte, en octubre del año 2000 se presentó a la opinión pública el libro Infancia Robada, una investigación acerca de la explotación sexual de la niñez en México, auspiciada por UNICEF (organismo perteneciente a la ONU y que se responsabiliza de la condición de los niños del mundo) y el sistema nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF). En el estudio se menciona que aproximadamente 16 mil niños y niñas mexicanos son explotados sexualmente.

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Es importante destacar que las autoridades consideran dentro de las formas de abuso sexual del que son víctimas los menores al incesto, que se presenta con mayor frecuencia dentro del cuadro familiar, y en el que participan padres, hermanos u otros familiares (se calcula que 65% de los infantes explotados fueron víctimas de un acto de este tipo).

El otro tipo de abuso es la prostitución infantil, siendo una de las principales causas la pobreza, que induce a muchos padres a comerciar con sus hijos para sobrevivir. Esta red llega a extenderse a nivel internacional, logrando gran auge a partir del surgimiento del internet. Igualmente se contemplan como causas la migración poblacional a las grandes ciudades, así como desintegración y violencia intrafamiliar.

Quienes participan en la prostitución son generalmente chicos entre 14 y 18 años (aunque se sabe de casos de menores de 10), que ingresan mediante secuestro, engaño o venta. No debe dejarse de lado que también puede tratarse de prófugos de sus hogares o de niños que se prostituyen por su propia iniciativa para poder sobrevivir, para mejorar su nivel de vida o para adquirir bienes de consumo.

La experiencia de la explotación sexual sobre los niños puede causar daños físicos y mentales irreparables. Por ejemplo, la violencia en el medio provoca la creación de lazos solidarios entre los partícipes, pero también el deterioro de su autoestima, además, en este ambiente se generan mecanismos de adaptación que afectan la posterior incursión a otros ámbitos.

Algunos organismos no gubernamentales que se abocan a la ayuda de los menores víctimas del comercio sexual reconocen que en las diferentes etapas de la vida de éstos habrán secuelas notorias:
Infancia. Son comunes alteraciones en comportamiento y precocidad sexual, además, en alto porcentaje los infantes se hacen adictos a drogas para quitarse la pena de los primeros actos y viven bajo la dependencia por muchos años.
Adolescencia. Dificultades en la identidad sexual, rechazo de la imagen corporal, estados depresivos graves, perturbaciones alimentarias (anorexia) y fobias en relación a la sexualidad.
Adultez. Crisis afectivas frecuentes, depresiones, disfunciones sexuales en la relación conyugal (en la mujer frigidez y vaginismo, entre otras), recurrencia a actos perversos (sexo con animales u otros) o repetición de cuadros incestuosos con sus propios hijos.
Vejez. Los estudiosos contemplan hacia el futuro (pues no se tienen antecedentes claros de quienes hayan sufrido de comercio sexual y lleguen a esta etapa de vida) brotes de angustia y depresión suicida, sobre todo al comienzo de la menopausia.

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Las mismas instituciones perfilan al pedófilo como individuo de mente torpe, generalmente varón (95% de los casos), con dificultades para socializar, inmaduro, solitario y lleno de culpa, cuya edad fluctúa entre 30 y 40 años, generalmente de fuertes convicciones religiosas. En su mayoría es menos agresivo que el violador, pero suele ser alcohólico o adicto a drogas.

Por lo general, no presenta trastornos mentales, sin embargo, las estadísticas muestran que 2 de cada 3 pedófilos maduros han efectuado este tipo de actos en momentos de estrés notorio. Se sabe que entre las causas principales que explican su comportamiento está haber sufrido experiencias de abuso sexual durante la niñez.

Debido al auge de la paidofilia se sabe que los hay en todas las clases sociales, y pueden estar muy cerca del entorno en que se mueven nuestros hijos. Los menos peligrosos, desde el punto de vista psicológico, son los marginales, los que actúan compulsivamente, como los exhibicionistas de la calle, cuyos efectos acaban por diluirse poco a poco con el tiempo.

No obstante, los más peligrosos suelen ser aquellos en los que el niño deposita su confianza o admiración, como un profesor, un amigo de la familia, un sacerdote o un policía, cuyo daño deja honda huella en los que resta de vida al menor.

Como se mencionó líneas arriba, el paidófilo es incapaz de relacionarse sentimentalmente con un adulto, de manera que su sexualidad permanece como la de un niño, indefinida, ambigua; entonces, la salida a sus impulsos descontrolados es a través del contacto con chicos, a quienes llega al ganarse su confianza o definitivamente ofreciendo dinero o droga.

En México
El artículo 201 del Código Penal señala que comete delito de corrupción de menores el que induzca, procure, facilite u obligue a un menor de 18 años o a quien no tenga capacidad para comprender el significado del hecho a realizar actos de exhibicionismo corporal, lascivos o sexuales, prostitución, ebriedad, consumo de narcóticos, prácticas sexuales o a cometer hechos delictuosos.

Ahora bien, dado el incremento de casos públicos, el gobierno federal creó en octubre del año 2001 la Coordinación Nacional contra el Abuso Sexual Infantil, la cual promueve e impulsa acciones para erradicar este fenómeno social.

Durante su presentación, la directora del DIF, Ana Teresa Aranda, hizo notar que las actividades del Comité incluyen la revisión del marco jurídico para que asuma la calidad de delito del orden federal e internacional la explotación sexual infantil. Asimismo, el trabajo a nivel comunidad para erradicar la violencia intrafamiliar y la creación de campañas para exaltar los valores éticos y familiares, teniendo el apoyo de las entidades pertenecientes al Comité, entre las que se incluyen las secretarías de Turismo, Desarrollo Social, Salud, Educación, Relaciones Exteriores y Prevención Social, así como diferentes organismos no gubernamentales.

Actualmente, hay más de 5 mil niños en albergues del DIF, 20% de los cuales han llegado por problemas de explotación sexual, casi todos entre 8 y 17 años de edad. Se sabe que los sitios en que se han manifestado más casos de abuso de menores en la República son Tijuana, Ciudad Juárez, Cancún, Acapulco, Puerto Vallarta y la Ciudad de México.

Aunque en México las cifras de niños explotados sexualmente no hablan de una situación de alarma, como sí lo es en Estados Unidos las 300 mil víctimas menores de edad, es buen momento de emprender una cruzada de concientización, como se hace ya en otros países y que ha sido motivo de reuniones a nivel internacional (la más reciente fue en Yokohama, Japón, en diciembre del año 2001).
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